Si buscamos un reducto de tranquilidad en contacto con la naturaleza, un bosque que nos traiga a la memoria los habitados por seres fantásticos y mágicos que creíamos existentes en la infancia o simplemente uno de esos lugares de idílico paisaje cambiante, sin duda nuestro destino es la Reserva Natural Integral de Muniellos.
La Reserva se localiza en el extremo suroccidental de Asturias entre los concejos de Ibias y Cangas de Narcea, incluyendo tres montes: Valdebois, Muniellos y La Viliella. El primero se sitúa íntegramente en Ibias y los otros dos en el concejo de Cangas, siendo los tres Montes de Utilidad Pública.
Este paraíso natural se organiza en tres valles principales: La Cardanosa o de Las Lagunas, Las Gallegas o de Refuexo y la Zreizal o de Texeirúa, confluyendo en el río Muniellos que vierte sus aguas al Narcea. Los tres valles están dibujados por numerosos regueros y vallinas, tantos como días tiene el año, según un dicho popular.
Todo este conjunto es adornado con uno de los robledales más extensos de Europa Occidental. En los meses invernales el bosque se convierte en un lugar encantado, en época estival el lugar es idílico, en la primavera resurge con fuerza y vigor.
Y es en la estación otoñal cuando se recrea en un intenso juego cromático. Los amarillos, dorados y marrones juegan con los intervalos luminosos adoptando un aire de bosque bucólico que lo convierte en uno de los lugares más bellos que puedan existir.
La naturaleza generosa ha querido que tanta belleza fuera la morada de emblemáticos animales, como el oso pardo, el lobo o el urogallo. Pero el paraíso es compartido, a pesar de su pequeño tamaño, junto a una gran variedad de aves como el ratonero, el águila real, el halcón abejero, el gavilán o el escaso azor y con otras especies faunísticas más abundantes como el corzo o el jabalí.
Pero la riqueza del robledal de Muniellos junto a la desmedida mano del hombre fue durante siglos su peor y más cruel enemigo. En el siglo XVIII, la marina ambicionó la calidad de sus maderas para la construcción de navíos. Se decía que: “ existían infinitos parajes a donde sin mudar los pies se podían cortar tres quillas para navíos de línea”.
Tras mutilar el bosque, el botín era trasladado en carretas de bueyes a la Villa de Cangas de Narcea, donde se almacenaba hasta que la naturaleza regalaba suficiente vida a los ríos por donde peregrinaban los inertes troncos.
A pesar de las agresiones, Muniellos ha sobrevivido con toda su riqueza, una prueba de ello es la presencia del protegido acebo, que siendo la principal comida de los urogallos, sus brillantes frutos rojos adornan el bosque a finales del otoño y durante los meses de invierno.
Para preservar la Reserva, existe un control diario de visitantes que deben solicitar un permiso que es expedido por la Consejería de Medio Ambiente, Ordenación de Territorio e Infraestructuras. Pero para quienes no dispongan de la autorización cabe la posibilidad de disfrutar de las bellas vistas que ofrece la carretera comarcal que atraviesa la Reserva por el puerto del Cono en dirección a San Antolín de Ibias.
Recorrer el bosque de Muniellos es entrar en contacto pleno con la naturaleza. Un ecosistema de inmensa riqueza que además es el hábitat de intrigantes seres misteriosos, xanas, cuélebres, trasgus revoltosos o brujas.
Herencia mitológica de nuestros antepasados que quisieron dar respuesta a los extraños fenómenos que ocurrían en el bosque.
Autor: Nieves Alonso
me gusta tu blog, yo tambien tengo un blog de viajes 🙂
Gracias. Ya vi tus reportajes, muy intererantes te seguire.Además estás invitado a particir en Trotacamimo si lo deseas. Un saludo.
muchas gracias caminantes, yo también os seguiré
Gracias. ¡Qué maravilla de lugar! A ver qué os parece esto. Saludos:
*** Si amamos la montaña, no la convirtamos en un cementerio, por favor ***
Creo que muchos de los que vamos con más o menos frecuencia a caminar por el monte queremos la naturaleza y disfrutamos de ella. Nos suele gustar estar allá tranquilos, disfrutando del silencio o del susurro del viento o piar de los pájaros, … Y nos gusta ver los árboles, rocas, el verde de la hierba, la variedad de ocres de la hojarasca, …. Vamos, que nos gusta dejar de lado, al menos durante unas horas, todo lo contrario que nos brindan las ciudades: ruido, prisas, movimiento, objetos de fabricación industrial, basura, …
Y, si respetamos o nos sentimos parte de las montañas y pasamos parte de nuestra vida en ellas, es normal que algunos muramos en tan querido lugar para nosotros. Otros fallecemos fuera de ella pero tenemos dicho (o escrito) a familiares y amigos que, por favor, el día que pasemos a mejor vida dejen o esparzan nuestras cenizas en tal o cual monte, sierra, bosque, etc. En otros casos puede pasar que la persona no dijera esto en vida pero quería la montaña en general o un rincón de ella en particular y los allegados toman la decisión de colocar las cenizas en el monte. Todo esto me parece lógico y bien.
Pero en nuestros queridos montes cada vez uno se encuentra con más cruces, lápidas, estelas, esculturas o similares; de hierro o piedra, etc.; a menudo con placas; en memoria de personas que han fallecido por esa zona o bien murieron en otro lugar pero gustaban de ese sitio o de la montaña en general. Y, ya que cada vez somos más personas en la sociedad y montañeros caminando por las alturas, esto parece que va en aumento.
Esto último no creo que sea una buena idea ya que, los montañeros del futuro, tendrán más difícil disfrutar de lugares que parezcan intactos, sin alterar por la mano del hombre. Si la tendencia no se revierte algunas zonas pueden parecer cementerios o museos, ¿no? Y creo que esto rompería la armonía visual y física natural de dichos lugares, la que solemos buscar por ellos.
Yo creo que la naturaleza puede beneficiarse de cenizas que pasan a formar parte del suelo o tierra que nutre la hierba, plantas, arbustos, árboles y luego pasan a incorporarse a herbívoros, después a carnívoros, …
Pero no creo que «hacer vudú» sobre la piel de las montañas les agrade mucho a ellas tampoco …
Yo tengo pedido que pongan mis cenizas en el monte pero que no dejen ningún elemento extraño en ella. Las cenizas cierran o abren ciclos de vida, y es un honor poder formar parte de ello. Pero los monumentos tardan muchísimo más en biodegradarse … Algo contaminantes parecen ser entonces …
Se me ocurre que quien quiera poner un monumento en memoria de alguien cuyas cenizas se coloquen en el monte coloque el objeto conmemorativo en su casa, cementerio de su población o de una aldea cercana a la montaña con las cenizas, alguna calle de dichos pueblos, … Pero no en las zonas sin casas, ni farolas, ni coches, etc., por favor.
Gracias y salud y paz para todos
Sacado de http://www.nevasport.com/phorum/read.php?87,2849128 (se puede opinar ahí mismo libremente; no hace falta registrarse)
Gracias por tu comentario. No olvidemos ser respetuosos con la libertad del ser humano, siempre y cuando respete el lugar que habita LA TIERRA, un paraiso propiedad de todos, por tanto todos debemos cuidarlo y mantenelo pensando en las generaciones presente y futuras. Un saludo
Gracias a ti, Trotacamino. Así es …