Ruta de los Almorávides y Almohades
Este viaje evoca la estrecha relación entre dos continentes separados por un estrecho brazo de mar. Uno frente a otro, se miran cómplices de una cultura, de un modo de vida. África y Europa comparten los cimientos de un vasto imperio que se fraguó allá por los siglos XI y XII fundiendo al Magreb occidental y al-Andalus, lo que los antiguos llamaron… “Las Dos Orillas”.
La ruta de los Almorávides y Almohades enlaza las costas y ciudades del Estrecho con Granada a través de Cádiz, Jerez y Ronda siguiendo las vías de comunicación que unían el norte de África y el sur de al-Andalus. En la actualidad el viaje se simplifica por la moderna red de carreteras.
Los Almorávides y sus sucesores los Almohades, forjaron grandes imperios en el norte de África y la Península Ibérica, fundadores los primeros de la capital, Marrakech en el 1070, extendieron su dominio desde el Senegal a los reinos de al-Andalus. Sus rivales los Almohades les arrebataron el poder a mediados del siglo XII, tras largas luchas.
Desde el inicio del viaje, en Algeciras, hasta la culminación de este, en Granada, transcurren entre 300 y 450 kilómetros, según el camino que tomemos. Un primer ramal pone rumbo hacia Ronda a través de la serranía, rozando Castellar y Jimena de la Frontera, Gaucín y los pueblos del valle del río Genal.
El ramal occidental cubre mayores distancias, visita las localidades de Alcalá de los Gazules y Medina Sidonia continuando por Cádiz, el Puerto de Santa María y Jerez. Desde aquí prosigue hacia Arcos y los pueblos blancos gaditanos: Grazalema, Zahara, Algodonales, Olvera y Setenil para recalar en Ronda.
Alcanzado Ronda por cualquiera de los dos ramales, el viaje continua hacia Teba y Campillos hasta alcanzar Velez-Málaga. Tras la visita por los pueblos granadinos se alcanza el final del recorrido, la mágica ciudad de Granada.
Durante todo el recorrido las huellas de al-Andalus se hacen patentes a cada paso, en cada pueblo, en sus construcciones defensivas, en los monumentos y en la arquitectura tradicional.
Los almorávides, al igual que sus sucesores en el imperio hispano-marroquí, los almohades, fueron grandes constructores que engrandecieron las ciudades andaluzas dotándolas de protectoras murallas, alcazabas y numerosos edificios. Cada rincón de este viaje rezuma historia y tradición que no dejará al viajero indiferente.
Uno de los tramos más pintoresco y deslumbrante del viaje es el que transita por las sierras de Arcos y Ronda, donde se ubican los llamados Pueblos Blancos. Reunidos en torno a castillos e iglesias, dominan el horizonte desde lo alto de peñas o bajo la escolta de imponentes montañas.
El viajero queda cautivado en sus laberínticas calles de trazado medieval y con sus encaladas viviendas, recubiertas de teja rojiza, adornadas con macetas y plantas y preservándose con rejas labradas a forja, elegante sencillez de unas villas que son un remanso de tranquilidad.
Junto al espectáculo de las serranías, este viaje nos ofrece todo un sugerente repertorio de paisajes donde los espacios protegidos y Parques Naturales se intercalan con el litoral que muestra las playas, dunas, acantilados y humedales que a la vez contrastan con los viñedos y cultivos de las campiñas.
Otro de los atractivos de este enigmático viaje son, los hábitos gastronómicos, las provincias de Cádiz, Málaga y Granada nos ofrecen una rica variedad de productos. Pescados frescos y mariscos de la costa atlántica, gazpachos y potajes de la campiña, embutidos, chacinas, guiso de caza o calderetas en las zonas serranas y variadas frutas, verduras y hortalizas de las vegas interiores.
Un apartado especial merecen los afamados vinos de Jerez, los extraordinarios aceites de la vega andalusí y la deliciosa repostería llena de reminiscencias andalusíes, pestiños, amarguillos o alfajores que endulzaran el camino del incansable viajero.
Autor: Nieves Alonso