Es difícil transmitir la belleza incomparable de una isla, con playas de aguas cristalinas, donde es tangible la tranquilidad, se respira el olor a mar y se escucha el sonido de las gaviotas en un marco de naturaleza mediterránea, si no es agudizando el sentido de la vista.
Formentera es una isla relativamente plana, dividida en dos mesetas de escasa elevación, Babaria al oeste y la Mola al este, conectadas por un estrecho lago. Al norte encontraremos lagunas litorales, bahías y algunas antiguas salinas. Una carretera principal nos llevará a los dos puntos más distantes de la isla, el puerto de la Savina y el faro de La Mola.
En las antiguas salinas, que se explotaron hasta hace pocos años, encontramos un espacio rodeado de playas, como Ses Illetes y Llevant, y unos sistemas dunares con extensas medidas de protección. Las barcas de pesca junto al mar, aportan un elemento estético y son el vestigio de la que fue hasta hace poco una actividad económica fundamental.
En nuestro recorrido por la isla, llamará la atención la escasez de edificios históricos, lo que nos indica que Formentera lleva relativamente poco tiempo poblada, aunque deberíamos decir repoblada, ya que por otro lado encontramos edificios milenarios.
Durante los tiempos de piratería en el Mediterráneo, Formentera era un sitio expuesto y desprotegido, sus habitantes solo tenían una salida, la huida, tanto es así que llegó a convertirse en una isla fantasma, ya que estuvo durante tres siglos deshabitada. En el siglo XVIII se repobló, y llegó a contar con unos cuatrocientos habitantes, cifra que ha ido aumentado paulatinamente, hasta llegar a unos dos mil habitantes en la actualidad.
La joya histórica de la isla, es una minúscula capilla en Sant Francesc Xavier llamada Sa Tanca Vella, que data del siglo XIII, aunque la visita al sepulcro megalítico Ca Na Costa, el hallazgo arqueológico más importante de la isla, nos dará constancia de la presencia del hombre en el siglo XVI antes de Cristo, también encontraremos restos de poblados megalíticos en la zona de Babaria.
Nos situamos en un territorio en donde las bicicletas, el excursionismo, las playas que siempre quedan a pocos pasos, son placeres que no contaminan ni el medio ambiente y ni la mente siendo disfrutes cotidianos. La bicicleta puede ser el único medio de transporte durante nuestra estancia en la isla, para fomentar este turismo respetuoso con el medio ambiente, las autoridades han creado una Red de Circuitos Verdes.
Esta Red, ofrece diez excursiones en bicicleta y nueve a pie, junto con folletos informativos y señalizaciones en los caminos. Una de las rutas más atractivas que podemos realizar, tanto por su belleza paisajística como por su valor histórico, es el Camino Romano, desde el que podremos contemplar unas vistas espectaculares de la isla y su entorno.
Otra de las curiosidades que ofrece Formentera son las higueras, autenticas sombrillas naturales. Estas higueras, que existen en todo el Mediterráneo, son famosas en la isla porque los payeses sostienen tradicionalmente sus ramas con unos palos llamados estalons, consiguiendo unas esculturas naturales de gran belleza y utilidad. Un solo árbol puede dar sombra a todo un rebaño de ovejas y la cosecha de higos se hace más fácil.
Y como colofón nos adentramos en la cultura gastronómica tradicional, de esta singular isla. Los excelentes pescados, elaborados de distintas formas, los deliciosos quesos de cabra, que los isleños toman con miel e higos o el pan elaborado de forma tradicional en las casa, serán algunas de las exquisiteces que disfrutaremos en este pequeño paraíso.
Autor: Nieves Alonso