Si tuviéramos que elegir algunas de las costas de nuestra Península, donde el mar se abre camino con la altivez de las olas marinas que se desgarran al estrellarse contra ellas en busca de cobijo tierra adentro, sin duda serían nuestras costas gallegas.
En esta ocasión, nuestro viaje nos lleva hasta el sector meridional del litoral gallego, donde el océano penetra hacía el interior, formando amplias bahía. Al sur de cabo Fisterra y la ría de Corcubión, los estuarios son de tal envergadura que se diría que el mar y la tierra se funden en un abrazo.
Son las rías de Muros, Noia, Aurosa, Pontevedra y Vigo, y el estuario del Miño. La diversidad de accidentes geográficos, crean espacios diferentes junto a las comunidades de seres vivos que se alojan en ellas.
La visita del otoño se anuncia con un recrudecimiento del tiempo atmosférico. Los primeros fríos hacen acto de presencia junto a las borrascas que cruzan el Atlántico. El mar, haciendo gala de su fortaleza, castiga las costas y en algunos casos, como el de la península de Muros, las puntas dos Remedios y de Lens, apenas logran defender sus playas de Carnota y Louro.
Las arenas forman largos cordones dunares, de hasta 5 kilómetros en la de Carnota, embalsando agua que forman lagunas costeras. En sus carrizales y juncales durante el otoño e invierno encuentran cobijo numerosas garzas, ánades, rascones o fochas. No muy lejos de Carnota, el río Xallas desemboca en la playa de Ezaro, arrojándose al mar por un acantilado de 100 metros de desnivel.
Al sur de la ría de Muros e Noia, junto al cabo Corrubedo, aparece como una diosa de arena, la duna de Ladeira, junto a las lagunas de Carregal y Carreira, que en este caso dejan paso al mar por un estrecho canal. Ambas acumulan las aguas del río Arlés, que desciende desde el pico Curotiña, a 498 metros de altitud, desde aquí obtendremos unas magníficas vistas en plena sierra de Brabanza.
Tras el cabo Falcoeiro y las islas de Sagres aparece la ría de Aurosa, una gran bahía abierta repleta de penínsulas interiores. Durante este periodo otoñal, sus cielos se ven surcados por cormoranes, gaviotas sombrías, charranes o alcatraces que cumplen su ciclo migratorio.
La península de O Grove, unida a tierra firme por el arenal de A Lanzada, de aguas reposadas, es un excelente lugar para faenar los mariscadores. Además es un refugio de aves que se ven en raras ocasiones, como los colimbos árticos, los negrones o las havelas.
Las riquezas en nutrientes de las aguas del interior de las bahías gallegas, generan una alta productividad en los cultivos de un exquisito molusco que entre otros degustaremos en este inolvidable viaje, nos referimos al mejillón, que aquí se cultivan en bateas, plataformas flotantes de madera de eucalipto, de las que cuelgan decenas de cuerdas donde se depositan los mejillones jóvenes y crecen hasta alcanzar el tamaño idóneo.
Y seguiremos recreándonos con visiones inigualables. Desde la rompiente de Punta Faxilda, entre las playas de A Lanzada y la de Pocinas, los atardeceres otoñales nos regalan la más bella panorámica mirando hacia el sur.
La isla de Ons y las tres del archipiélago de las Cíes, descansan sobre el horizonte, y en el cielo… se dibujan las gaviotas por encima de los picachos. Las islas Cíes son el paraíso para más de 12.000 parejas de estos ejemplares, junto con las pardelas pichonetas y los majestuosos alcatraces, alguno de los cuales permanecen buena parte del invierno.
Al termino de este viaje, el cual despertará nuestros cinco sentidos, no nos quedará más que sentir, la paz y la tranquilidad que regala la naturaleza y comprenderemos un poquito más, la morriña de todo gallego por su tierra natal. Nosotros la sentiremos también, hasta que volvamos de nuevo a estos bellísimos parajes.
Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros ni el onda con sus rumores, ni con su brillo los astros, lo dicen, pero no es cierto, pues siempre cuando yo paso de mi murmuran y exclaman……
Autor: Nieves Alonso
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